Hemos de dar un gran salto en la historia para
encontrar otra gran aportación a lo que se considera la base de la psicología
filosófica, de la mano de René
Descartes (1596-1650), considerado el primer hombre moderno por
su pensamiento. Pertenecía a la nobleza francesa. Estaba muy interesado en
las matemáticas, la ciencia y la filosofía, y decidió combinar sus propósitos
intelectuales con los viajes. Pasó varios años viajando por Europa,
frecuentemente como caballero voluntario en diversos ejércitos. En 1649
Descartes aceptó una invitación para convertirse en profesor de filosofía en
la corte de la Reina Cristina de Suecia. Murió al año siguiente en
Estocolmo. Descartes postuló la doctrina del interaccionismo,
según la cual el cuerpo y la mente se influyen entre sí en alguna medida, y
que el punto de interacción entre ambos se halla en laglándula pineal.
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También argumentó que debía existir un universo
externo al Yo pensante, un universo no opaco a las facultades cognoscitivas
del hombre. Escribe el famoso libro "Discurso del método"
(1637), donde expone que podemos dudar de todo (de lo que percibimos), pero
de una cosa no podemos dudar, de que estoy dudando; y si estoy dudando es que
pienso, y si pienso es que existo. De aquí su famosa frase "pienso,
luego existo"(cogito ergo sum). Para Descartes hay tres cosas de las
que no podemos dudar: del Yo o del Pensamiento, del Mundo por su extensión y
de Dios por su infinitud. Para él lo psíquico es lo consciente, o sea todo lo
que existe en nuestra conciencia: la imaginación, la fantasía, los sueños,
los recuerdos...
Sostuvo que cualquier idea que se presente a la
mente a la vez de un modo claro y distinto debía ser verdadera. lo claro es
lo que se presenta de modo inmediato a la mente y lo distinto es
lo que a la vez es claro e incondicionado. Descartes decía que lo distinto se
conoce per se, su evidencia es independiente de cualquier
condición limitadora.
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